Los lugares abandonados despiertan curiosidad. Nos
atraen, ya lo dijimos antes. Generan dudas y, por supuesto,
hipótesis que intentan resolver esas preguntas iniciales.
La mayor parte de las veces serán cuestiones irresueltas,
incomprobables; generadoras de mitos que terminarán
idealizando el pasado hasta convertirlo en una "edad
dorada".
Inmunda fragilidad, receptáculo de sollozos.
Escenarios palpables de la derrota.
Los lugares abandonados denuncian a gritos el infinito
precio de cada instante. Y eso nunca deja de ser tonificante,
porque como dice E. M. Cioran: «rejuvenecemos por el
contacto con la muerte».
Autor:
Fernando Jorge Soto
Roland
Profesor en Historia
[1] Según indica la presidenta de la
Comisión Permanente de Homenaje al general don Eustoquio
Díaz Vélez, señora Inés
Álvarez de Toledo (a quien agradezco la
información brindada): “Hay una verdad a medias:
según se consigna por Internet, el terreno del castillo
se cedió a la Escuela agro-veterinaria “Eustoquio
Díaz Vélez de la Fundación San Francisco,
pero lo que ésta utiliza es su terreno adyacente, no
haciéndose cargo del edificio”.
[2] Granada, Daniel, Reseña
histórico-descriptiva de antiguas y modernas
supersticiones en el Río de la Plata, Editorial
Guillermo Kraft Ltda. Buenos Aires, 1896.
[3] Archivo del autor.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |